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Vinculación excesiva

 

 

Cerca del 80% de las entidades bancarias requieren en la actualidad contratar uno o varios seguros para suscribir una hipoteca o un crédito al consumo.

Pero, además, otra práctica de moda es obligar al cliente a vincularse con varios productos bancarios y con la domiciliación de más de un recibo.

En la Ley Hipotecaria tampoco figura en ningún lugar que esto tenga que ser un requisito obligatorio.

De hecho, tras la entrada en vigor del Real Decreto de 1946, modificado posteriormente en varias ocasiones, la más reciente el año pasado, las hipotecas concedidas por las entidades no exigían los requisitos actuales, como la domiciliación de nómina, recibos, suscripción de tarjetas y de un sinfín de productos.

Estas solicitudes han comenzado a exigirse hace unos años, con el boom inmobiliario y el consiguiente frenesí hipotecario, que ha llevado a las entidades a incrementar sus volúmenes de concesión de préstamos hasta en un 25% anual.

En la actualidad, la vinculación excesiva se ha convertido en una práctica habitual. En el mercado hay casos que requieren suscribir un plan de pensiones y aportar, como mínimo, 300 euros anuales, contratar tarjetas de crédito y gastar con ellas al menos 1.000 euros anuales, domiciliar la nómina, varios recibos y un seguro de hogar y de vida.

Se trata de triquiñuelas financieras con las que la entidad se asegura casi de por vida unos suculentos ingresos, que conseguirá mediante el pago de los intereses de la hipoteca, de la tarjeta y de las numerosas comisiones asociadas al plan de pensiones, entre otros aspectos.

En principio, puede resultar irregular la actuación de algunas entidades que, como en el ejemplo citado, exigen contratar hasta seis tipos de productos distintos para disfrutar de unas determinadas condiciones en la hipoteca.

No obstante, desde el punto de vista comercial, las entidades son libres de marcar sus exigencias.

En cualquier caso, el cliente no debe ser sumiso y acceder sin más a firmar un compromiso desmedido. Todas las entidades están abiertas a la negociación, aspecto que no hay que perder de vista, ni mucho menos, cuando se suscribe un préstamo.

Amenazar con buscar otra entidad o presentar otra oferta vinculante puede servir para deshacerse de algunas de las exigencias ajenas al préstamo que pueden complicar su pago y “atar” a un cliente de forma poco gustosa con el banco.

Mejorar las condiciones o evitar algunas de las pretensiones caprichosas se puede lograr mediante el diálogo con su banquero.

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